Hace apenas unas horas estábamos deseando un Feliz Año Nuevo a todas las personas cercanas a nosotros. Bueno, y no tan cercenas, pues las tecnologías actuales nos permiten realizar felicitaciones muy amplias. Quizás demasiado, y es que siempre me parecieron excesivas las muestras de efusión descontextualizadas…pero ese es otro tema.
Volviendo a la buenos deseos que todos expresábamos con gran efusividad hace un par de días, y dejando claro que siempre me parece bien desear lo mejor a los demás, me estaba preguntando de qué dependerá que la vida de los demás pueda ser mejor este año que el anterior. Y por otra parte, qué estamos dispuestos a hacer para que la vida de esas personas, a las que hemos deseado que tenga un año lleno de felicidad, realmente sea así.
Desde mi punto de vista, más allá de convencionalismos sociales, desear un “feliz año nuevo” a los demás implica cierta responsabilidad de nosotros para con ellos. De manera que, si realmente deseamos que la vida de los demás sea mejor y nosotros formamos parte de esa vida, en cierta medida tendremos que contribuir a alcanzar lo que les deseamos. Y es ahí dónde aparece nuestro reto…¿qué estamos dispuestos a hacer para que la vida de los demás sea mejor (más allá de deseárselo)?
Y en contraposición, si no estamos dispuestos a hacer nada, ¿para qué desearles algo que nosotros mismos no estamos dispuestos a contribuir a qué sea así?
Por tanto, deberíamos hacernos algunas preguntas antes de desear un “Feliz Año Nuevo”, por ejemplo: ¿cómo estamos dispuesto a contribuir para que realmente sea un año como el que les deseamos?, ¿qué aportaremos a esa mejora deseada para el año que empieza?…
Puede que así nuestros deseos de un Feliz Año Nuevo se vayan convirtiendo en realidad.